- Calogero Santoro, académico de la Universidad de Tarapacá y autor de la obra, señaló que el estado inca incorporó a los habitantes como fuerza de trabajo, convirtiéndolos en labradores, orfebres o guerreros
Cómo afectó la expansión del Estado Inca a las comunidades que habitaban lo que hoy conocemos como el territorio de Chile ha sido ampliamente estudiado por diversos especialistas. Cambios en la dieta, en la forma de vida y también en la economía y la cosmovisión son parte de los diferentes procesos que ocurrieron en los distintos lugares de la ocupación.
Calogero Santoro, director de Escallonia (proyecto Anillo de CONICYT/PIA), investigó estos cambios ocurridos en el norte del país, principalmente en el valle de Lluta, los que plasmó en el libro “Late Prehistoric Regional Interaction and Social Change in a Coastal Valley of Northern Chile”, publicado recientemente en una editorial de Oxford.
El texto aborda, primero, las formas de vida que tenían los grupos de agricultores y pescadores que vivieron en el norte de Chile, previo a la expansión del estado. El académico señala que fueron sociedades que lograron desarrollar una identidad propia, plasmada en parte en las formas y diseños iconográficos de la cerámica, los tejidos, en el patrón de asentamiento, en su economía mixta de agricultura y recolección marina, y en los ritos funerarios”.
Respecto a su forma de alimentación, pese a que eran agricultores, una parte importante de su dieta provenía de recursos marinos. La evidencia muestra que, más que intercambios de productos entre los grupos que habitaban la costa y los que vivían en los valles, cada grupo trataba de tener control o acceso directo a los diferentes ecosistemas productivos de ambos sectores geográficos. “Esto habría implicado que el tránsito entre los distintos ambientes debió estar sujeto a acuerdos políticos, arreglos matrimoniales, negociaciones económicas, pero también desacuerdos que pudieron derivar en peleas entre los grupos humanos que iban de un lado a otro”, explica Santoro.
La expansión del Estado Inca
La expansión de este Estado alcanzó ciertamente el norte de Chile, lo que dio inicio a procesos de cambios en las sociedades de agricultores y pescadores. Uno de los principales sucesos fue su incorporación como fuerza laboral para que produjeran y trabajaran para el Estado Inca. “Los incas no usaban el impuesto o la entrega de productos para financiar sus operaciones. Los grupos sociales incorporados al sistema debían contribuir con cuotas de horas/hombre de trabajo que quedaban a disposición del Estado, que a su vez lo encauzaba hacia tareas productivas, defensivas y ceremoniales. Se hacía de todo, con gente que era destinada a labrar la tierra, otra que hacía orfebrería, cerámica, o soldados del ejército estatal. En la lengua quechua este mecanismo se llamaba mit’a”.
Estudios previos de los años setenta, consideraban que esta manera de manejar la economía y la relación del Estado con las sociedades locales, no habrían afectado sustancialmente las formas de vida de los comuneros locales. Los estudios de Santoro, como en otros lugares de los Andes, lograron mostrar que sí hubo cambios, lo que se vio reflejado en la incorporación de oficios como la hilandería, una actividad que no se realizaba en los valles. “No hay evidencia de hilandería, como actividad generalizada, previo al Estado Inca, lo que contrasta con el amplio uso de tejidos de fibra de camélidos, cuyas piezas debieron llegar por la vía de los intercambios interzonales. En el Estado Inca la demanda de fuerza de trabajo para la mit’a textil fue una las prioridades, por lo que mucha gente era ocupada para ello”. Esto explicaría, en parte, el registro generalizado de instrumentos especializados para realizar estas tareas, como husos y torteros, en los sitios arqueológicos.
Para retribuir a los comuneros por hacer estas labores que hacían parte de las obligaciones de la mit´a, el Estado Inca los alimentaba, los vestía, les proveía de los instrumentos y materias primas para realizar su trabajo. Santoro explica que toda esta provisión no provenía directamente de las arcas fiscales de los Inca. Estos recursos eran parte de los productos generados por los comuneros y que el Estado redistribuía durante las labores de la mit´a. “Esta visión de un Estado proveedor, como rezan algunos de los testimonios escritos por los españoles en el siglo 16, hizo creer que se trataba de un estado socialista que se ocupaba del bienestar de su gente, pero en definitiva todo este arreglo político-económico refrendado por acciones rituales estaban destinadas a asegurar la continuidad, prosperidad y expansión del propio Estado”.
El libro fue editado este año por la British Archaeological Reports y se puede adquirir en el siguiente enlace: BAR International Series – Late Prehistoric Regional Interaction and Social Change in a Coastal Valley of Northern Chile.
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